Salvando a Cthulhu

Artículo que apareció en el Número 1 de la revista Droids & Druids.

“I am the first black person to win the World Fantasy Award for Best Novel since its inception in 1975. Lovecraft is probably rolling in his grave.” 

Nnedi Okorafor (2011). 

El 20 de agosto del pasado verano (2020), Lovecraft fue Trending Topic en Twitter: era el 130 aniversario del nacimiento del autor. Mi feed estaba lleno de alabanzas, eventos y memes sobre la cultura de Cthulhu. Estaba a punto de unirme a la fiesta (¿a quién no le gusta Cthulhu?), cuando leí un tuit distinto a los demás que me hizo reflexionar. Una escritora se quejaba de que en el TT nadie estaba mencionando el hecho de que Lovecraft era un racista. A este tuit le sucedían numerosas respuestas y críticas de muchos fans ofendidos, como suele suceder cuando se intenta tocar el canon. 

Lo cierto es que H.P. Lovecraft fue una persona abiertamente racista, anti-semita, anti-hispana, y simpatizante de Hitler. Sus textos están plagados de esta ideología, e incluso llegó a escribir textos abordando directamente el tema como el poema racista y cargado de odio “On the creation”. La documentación sobre su vida y pensamiento puede ponernos realmente la piel de gallina, casi más que los horrores de sus historias. ¿Cómo reconciliarnos con Cthulhu tras descubrir todo esto?

Lovecraft creó un mundo de fantasía único e indescriptible (pun intended), y nos dejó un sistema de horrores, monstruos y primigenios que se han convertido en leyenda y mito, que han originando el nuevo subgénero del New Weird y que han aparecido en multitud de historias posteriores (todavía más desde que los derechos de autor vencieron en 2008 y las historias de Lovecraft pasaron a ser de dominio público en la mayoría de los países). 

¿Quién no ha visto Necronomicón o La llamada de Cthulhu?¿Quién no ha jugado a Mansiones de la Locura, Arkham Horror o Cthulhu saves the World? ¿Quién no ha estado a punto de comprarse una camiseta o un peluche de Cthulhu? Todos hemos disfrutado de ese placer culpable que es adentrarse en el mundo de los mitos de Cthulhu, y podemos decir que sus tentáculos se han instalado como referente en la fantasía y en la cultura popular. Tanto es así, que la estatuilla de los WFA (World Fantasy Awards) hasta el 2015 era un busto grabado del autor.

Sin embargo, que algo se haya convertido en canon no quiere decir que el canon no pueda o no deba revisarse. Las sociedades cambian y se adaptan a las nuevas realidades, y (afortunadamente) la sociedad de hoy busca ser más diversa e inclusiva (gracias a los recientes movimientos sociales feministas y del BLM). Pero, ¿qué hacemos con los mitos clásicos entonces? ¿Los abandonamos o los actualizamos? 

Es indudable que el pasado importa en nuestro imaginario colectivo y necesitamos deconstruirlo para cambiar el presente. Con esta idea en mente, los autores contemporáneos están siguiendo una nueva estrategia: re-imaginar el pasado para re-construir el futuro; reclamar los mitos y adaptarlos a los nuevos tiempos. Fruto de esta corriente, surgen cada vez más adaptaciones y reconstrucciones de libros y películas de culto. No es casualidad que la nueva trilogía de Star Wars nos haya traído la historia clásica de la mano de unos protagonistas muy distintos de los anteriores (Rey y Finn), que se hagan más superproducciones como Wonder Woman o Black Panther; que hayan aparecido versiones como “Orgullo y Prejuicio y Zombies”, etc.

Otro brillante ejemplo de reclamar los mitos, es Lovecraft Country (Territorio Lovecraft), una novela de 2016 que recoge el mundo ficticio de Lovecraft en una historia ambientada en la norteamérica segregada de los 50. Su adaptación de HBO ha sido estrenada este año, pocos meses después de las revueltas más importantes en EEUU del movimiento BLM.

En una de las escenas iniciales, el protagonista, llamado Atticus (que comparte nombre con el abogado defensor de Matar a un ruiseñor), defiende su amor por las novelas pulp y las historias de Lovecraft, a pesar de su contenido racista. Comenta: “Las historias son como las personas. Amarlas no las hace perfectas” y añade: “amo el pulp porque los héroes van de aventuras, derrotan al monstruo y salvan el mundo”. La historia narra el viaje de los personajes por el territorio de Lovecraft, y sus aventuras al enfrentarse tanto a los primigenios y otros seres, como a los monstruos racistas del mundo real. 

El mundo cambia y por fin se empieza a reconocer a los autores con diversas voces. Cuando la autora Nnedi Okorafor ganó su busto de Lovecraft en 2011 por mejor novela en los WFA, publicó la siguiente reflexión que aún se encuentra en su blog: “Una estatuilla de este hombre racista está en mi casa. La cabeza de este racista es uno de mis mayores honores como escritora”. Posteriormente, el escritor Daniel Jose Older promovió una petición para cambiar el busto de Lovecraft por el de la autora Octavia Butler en los premios. No consiguió llegar a tanto, pero la polémica sí que motivó a la asociación de la WFA a cambiar la estatuilla por una imagen más neutra (ahora es una figura de un árbol). 

Huelga decir que todas estas novedades han generado controversia entre los fans y autores más tradicionales que no quieren que nada cambie. Por ejemplo, los votantes tradicionales que intentaron impedir que N.K. Jemisin ganara el premio Hugo, los fans que han renegado de la última trilogía Star Wars, o el caso del escritor S. T. Joshi, que devolvió sus dos estatuillas WFA después de enterarse del cambio de diseño. Pero como en todas las historias, están los villanos, los monstruos poderosos, y los héroes que buscan salvar el mundo.

El personaje del padre de Atticus en Lovecraft Country, a pesar de no estar de acuerdo con los gustos literarios de su hijo, no creía en prohibir los libros, sino que simplemente insistía en que Atticus pensara y reflexionara sobre todo lo que leía. Y esto es lo que podemos hacer todos con los mitos de Cthulhu en la actualidad: continuar celebrando el mundo fantástico de Lovecraft, pero reflexionando y disfrutando de las nuevas versiones y adaptaciones que salvan ese mundo y el nuestro.

La antigua estatuilla del busto de Lovecraft y el nuevo diseño de los WFA.