Artículo que apareció en el número 2 de la revista Droids & Druids
Oscuridad. Una casa en medio de la nada. El sonido de las ramas azotadas por el viento. Una presencia extraña contra la ventana de tu habitación. Mamá, ya están aquí.
Los monstruos, frutos del miedo a lo desconocido, llevan con nosotros desde que el mundo es mundo y nosotros somos nosotros. Cíclopes, sirenas y banshees, advirtiendo a nuestros héroes (osea, nosotros) de los peligros que acechan en su viaje. Monstruos del pasado y del presente, creados en los imaginarios colectivos de los pueblos indicándonos el camino a seguir o a evitar.
La palabra monstruo viene del latín monstrum, derivada del verbo monere que significaba advertir. Los monstruos enviados al mundo por los dioses o las fuerzas sobrenaturales eran un aviso o advertencia que guiaban a los humanos. ¡Cuidado con el minotauro del laberinto, con los cánticos de las sirenas, las cabezas de Escila o los acertijos de la esfinge! No toméis el camino del bosque de las hadas, no crucéis el lago Ness y no entréis a las minas de Moria, si no queréis enfrentaros a peligros desconocidos e indescriptibles.
Los monstruos no son otra cosa que un reflejo de nuestros miedos como sociedad, y como tal, los monstruos viven en las tinieblas de lo desconocido, pero también se ocultan tras máscaras para vivir entre nosotros. El monstruo cambiaformas que puede hacerse pasar por humanos es también recurrente en la mitología y literatura: brujas que esconden su magia, kelpies que se transforman en humanos, duendes que engañan, vampiros que caminan por nuestras calles al caer la noche. Los monstruos pueden ocultarse entre nosotros, como un recordatorio o advertencia de que todos a nuestro alrededor pueden serlo: de que todos podemos tener un monstruo en nuestro interior. Encontramos el monstruo oculto tras Dr Jeckyll: cuando el científico bebe la fórmula, emerge Edward Hyde, un criminal capaz de las mayores atrocidades, el monstruo que revela la auténtica maldad que se esconde detrás del respetable científico. Descorremos también la cortina tras la que Dorian Gray oculta su retrato, una pintura que refleja la monstruosidad en la que se ha convertido al retirar la máscara.
Pero, ¿qué define al monstruo? Numerosas historias nos relatan monstruos imposibles y extraños que alteran la normalidad. Se produce una fragmentación del monstruo, una narración práctica de seres en los que se han combinado elementos y seleccionado fragmentos concretos. Encontramos híbridos de animales y humanos como el minotauro, la esfinge o la sirena; animales que multiplican sus capacidades y su peligro como el perro de tres cabezas, seres con características físicas sobrehumanas como los gigantes o carencias de las mismas como los cíclopes, o humanos con poderes como las brujas. Desde el origen de la mitología se ha fragmentado y combinado el horror para crear el próximo monstruo que acecha en las sombras de lo desconocido.
Una cosa que tienen en común todos aquellos monstruos es que todos poseen algo que se sale de lo común, que altera la normalidad, que rompe con las reglas establecidas y que nos indique que algo no está bien. Los monstruos no existen en un mundo en orden y así lo vemos en las historias de monstruos creados y fabricados por humanos como el Golem, Frankestein o cualquier sirviente mecánico que se vuelve contra su creador. El mensaje y la advertencia de la mitología son claras, cuando se altera el orden surgen los monstruos. Volvemos de nuevo al monstruo de Dorian Gray o al de Dr Jekyll: aquellos monstruos que acuden cuando se produce una trasgresión del orden y las normas por parte del héroe. Dorian Gray elige su terrible destino cuando pacta con el diablo para conseguir la juventud eterna, lo que supone una transgresión de las leyes de la vida y la muerte y lo hace volverse extraordinario y a la vez monstruoso. Dorian posee un secreto sobre el joven rostro que muestra al mundo, un rostro que no es más que una máscara de lo que es en realidad. La máscara, en cambio, puede tener sentido inverso y desvelar el mundo al monstruo para ocultar al vulnerable ser original como en el caso de la Bella y la Bestia, o de los troles de Internet. Pero en ambos casos, cuando cae la máscara, se enciende la luz, y conocemos la realidad, el monstruo deja de serlo: la Bestia vuelve a ser un príncipe, el dragón en lagartija y el ogro de tu habitación se convierte en un bulto de ropa, pero lo que siempre nos queda es nuestro reflejo en el espejo de la mitología. Los monstruos que acechan en las sombras al fondo de tu armario no son otros que tú mismo, hijo, duérmete.