El humor de los losers
Quien me conoce sabe que me gustan mucho las historias de humor (series, libros y películas con un tono irónico), y más especialmente desde que me he embarcado en esta aventura de la escritura.
Quizá lo que no sabéis es que generalmente soy la última en pillar los chistes y que cuando éramos pequeñas mis amigas (en concreto, Amanda) me enseñaban vídeos de Muchachada Nui y yo le decía que no tenían gracia ninguna. Y es que tampoco los entendía. Creo que sigo sin entenderlos la verdad, pero creo que la clave está precisamente aquí: no todo vale para todos. No todo el humor va a llegarle a distintos públicos de la misma manera.
Yo soy consciente que tengo un humor complicado. No puedo con Muchachada Nui ni con los Monty Python, pero luego me encantan series como Fleabag o Derry Girls, pelis como Miss Agente Especial (qué maravillosa es Sandra Bullock), Bridget Jones, Zombieland, No mires arriba, o libros como los diarios de Georgia Nicholson o cualquiera de Nick Hornby.
Me he preguntado últimamente qué tienen en común todas estas historias y creo que es precisamente que tienen protagonistas que son unas completas losers: el chiste no va dirigido a los demás, sino que gira sobre ellas mismas y lo mal que se desenvuelven en el mundo. Un mundo, que además, es una mierda. Así que estas historias tan irónicas conectan con esa parte de mí que es también muy loser y que no sabe qué hacer con su * vida en este mundo tan surrealista.
Y esto, al final, es lo que me gusta hacer cuando escribo humor, porque cuando lo hago escribo siendo yo y riéndome de mí misma, de mis malas decisiones y de mis momentos fleabag. Todo comienza con un: pues la he vuelto a liar (que fue como empezó la idea de Proyecto Ketchup, después de comer mucha pizza gratis en el deep south americano).
Y también es lo que ocurre en la última novela que he leído: El mundo necesita a Delirium, de la autora Rosa Gil. Delirium tiene ese tipo de humor loser narrando la historia de una persona que no sabe qué hacer con su vida y toma las peores decisiones posibles en cada momento. No se ríe de grupos ni colectivos que no pueden defenderse ni va más allá de los límites (buen tema este de los límites, por cierto, que spoiler, creo que SÍ debe haberlos).
Delirium se ríe de sí misma, una y otra vez, a pesar de que tiene un problema gordo con el alcohol. Y aquí es donde entra el tema del trauma. Os he contado en otras ocasiones sobre estos protagonistas loser, los antihéroes, que son personajes modernos que toman pésimas decisiones y esto les acarrea bastantes problemas. Y en este libro en concreto tenemos una superheroína (sarcasm) cuyo problema principal es ser alcohólica.
¡Pero es que tiene que beber para salvar el planeta! Sí, y también acaba incendiando edificios sin querer, aterrizando borracha en sitios que no debería y destrozando museos y poniendo en peligro a la gente. Delirium toma decisiones, con la mejor de las intenciones (acabar con los villanos), para luego cagarla estrepitosamente porque tiene un problema.
Y aquí es donde entra la seriedad dentro del humor. Fleabag tiene un trauma bastante grande con la muerte de su amiga. Las Derry Girls viven en un contexto muy duro con el IRA. Johanna Morrigan de Cómo se hace una chica vive es muy pobre. ¡Los activistas de No mires arriba están condenados a morir en unos meses! Joder, son temas serios, ¿no?
En todas estas historias cómicas hay un problema gordo de base. Son historias cómicas pero al mismo tiempo no lo son tanto. Y esta es la magia de este tipo de humor: libros o películas en las que entras por las risas («que loser esta chica», «qué situación tan absurda se ha montado en un momento»), jijijaja y de pronto, la realidad te da un golpe en la cara que te hace caer de espaldas.
Pasas de reírte de las liadas de Fleabag a darte cuenta de lo duro que es pasar por el duelo. O el alcoholismo de Delirium. Y te hace reflexionar. Tanto si conoces a alguien en una situación similar como si no. En mi caso el libro tal vez me ha tocado más porque conozco a alguien, pero creo que cualquiera que lo lea va a llegar a la misma conclusión.
Y repito, esa es la magia de este tipo de humor: que consigue hacerte reflexionar desde un lugar que no te esperabas. Que te remueve las tripas cuando te estabas riendo y luego te deja con un sabor amargo en la boca durante varios días.
¿Y sobre todo? Que llega a la gente. Porque a ver, sinceramente: ¿cuántas personas de aquí escogerían para leer un dramón sobre el alcoholismo y sus consecuencias? Yo desde luego que no. Pero oye, ¿un libro sobre una superheroína divertida que si se toma un chupito de Licor 43 se vuelve invisible? Pues eso pinta mejor.
Y ahí está el doble filo del humor: que nos permite hablar de cosas de las quizá no podríamos hablar de otra manera, porque no estamos preparados. Porque el humor también es un mecanismo de defensa, y porque todos somos un poquito Chandler, haciendo chistes malos cuando lo que realmente queremos es que nos trague ya la tierra por favor.
Acabo esta sección volviendo a ese elemento en común que tienen todas las historias de humor que me gustan: esa concepción del yo loser (fracasado, perdido en este mundo tan extraño), un sentimiento muy común en esta época posmoderna en la que estamos metidos hasta las cejas. La verdad es que yo (como hija de su tiempo que soy) estoy a gustísimo revolcándome en mi miseria pero con humor, pero probablemente vengan generaciones futuras a decirnos: madre mía, los tristes años veinte.
Bueno, qué se le va a hacer, siempre podremos contestarles con un meme o dos.
PD. Me ha dicho Elena que hay que volverse a ver Fleabag al menos una vez al año y tiene razón.